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Javier Porto–Le goût de la nostalgie

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30 ans se sont écoulés.

Comme dit le refrain “je ne marchais pas encore” – “j’atterrissais sur la trentaine” quand Javier Porto m’a photographié la première fois, avec Cristina Huarte. C’est d’ailleurs peu de jours après que j’ai mis un 3 aux chapitres de ma vie, le soir de l’inauguration Arco’83… Madrid était toujours en pleine effervescence et ses rues, que Porto découvrait de nouveau après l’Allemagne sur la fin des années 70, bref ses rues étaient un exemple parfait d’étourdissement de la conduite avec la simple idée de se sentir le nombril du monde parce que les journalistes du monde entier se bousculaient aux portes et dans ses rues pour relater les changements d’une ville pas peu fière de ses accomplissements artistiques et d’un pays avec le président le plus jeune et le plus sexy d’occident, mais ça vous en avez déjà entendu parler à satiété.

Cette photographie en compagnie de Cristina, en couple avec Quico Rovas à cette époque, c’est la dernière que Javier capturerait pour longtemps. D’ailleurs pour le certifier, je ne peux pas me fier à ma mémoire, je sais bien que ce n’est pas mon point fort, je n’ai pas hérité de ma mère, ni même à la capacité de Javier lui-même pour identifier une date sur ses travaux mais plutôt sur une anomalie indumentaire, mes lunettes, d’une photo à l’autre. Sur les deux autres photos que Javier m’a faites et qu’il m’a remises en main propre après un quart de siècle sans nous voir, j’apparais en compagnie de Blanca Sánchez, Paloma Chamorro et Ita Buades un soir de première d’Almodovar et, sur la deuxième, une autre soirée de vin et de roses, avec Santiago Auseron, lui si beau, comme toujours, et moi avec ces maudites lunettes qui aujourd’hui me servent de repère pour remettre de l’ordre dans ma chronologie.

Pas longtemps après Javier s’est envolé à New York par la grâce de Robert Mapplethorpe pour devenir son assistant, c’est d’ailleurs ce qui a donné l’opportunité à la série Grace, Andy, Keith, Robert & cíe. Moi aussi j’ai rejoint Manhattan dans l’année qui suivit, boursier du Comité Conjunto Hispano-Norteamericano para la Cooperación Cultural. Je n’ai pas souvenir de l’avoir croisé cependant dans les joyeuses nuits new-yorkaises. Ni même de retour à Madrid pendant 4 ou 5 années. Jusqu’à ce que Blanca Sánchez l’extirpe de l’oubli en incluant 15 de ses photographies des années 80 dans l’exposition La Movida (C.A.M.,2006), et je suivis le mouvement en incorporant moi aussi ses travaux à quelques expositions que je monterais avant cette dernière : Espejos del alma. El retrato fotográfico en la España de nuestros días (Red Itiner, 2009) y Viaje alrededor de Carlos Berlanga (Mostra de Valencia / C.A.M., 2009 – 2010).

L’histoire de Javier Porto est un parfait exemple des caprices inattendus du sort et du hasard chez nous autres, les mortels. Fils d’immigrants en Allemagne, il veut retourner à sa ville natale pour récupérer la mémoire de ses premières années et à peine un lustre après il atterrit dans le studio de Mapplethorpe et immortalise, Robert le lui avait permis car c’était le jour de son anniversaire, cette rencontre au sommet qui finirait dans la revue Interview de Warhol. Andy avait convoqué Keith Haring pour qu’il peigne sur la peau de Grace Jones alors que Robert photographiait cette intervention historique de son pupille sur la géographie obscure de la reine des pistes de danse de la moitié de l’univers.

Ainsi, si les dieux païens poursuivent dans la justice et la fantaisie, peut-être lanceront-ils d’heureux caprices sur l’exposition du centre culturel La Termica de Malaga pour que les photographies puissent revenir et se présenter à Madrid et New York, les lieux où elles sont nées, pour que le temps à jamais suspendu en elles, apportent un nouveau témoignage de Los años vividos. (Les années vécues).

Adaptation Lola Fabry

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ASÍ QUE PASEN TREINTA AÑOS

Todavía yo no andaba –como en la copla – “navegando por los treinta” cuando Javier Porto me fotografió junto a Cristina Huarte. De hecho pocos días después pondría por primera vez un 3 en mi vida, durante la celebración de la feria Arco’83: Madrid todavía vivía en plena esfervecencia y sus calles –que Porto estaba redescubriendo tras volver de Alemania en los últimos años de los setenta– eran el ejemplo perfecto de lugar enseñoreado con la idea de sentirse el ombligo del mundo porque hasta aquí llegaban periodistas de todos los rincones del planeta para constatar los cambios de una ciudad satisfecha con sus logros artísticos y de un país con el presidente del gobierno más joven y fotogénico del mundo occidental; pero esto ya se ha contado hasta la saciedad en cualquier crónica o referencia de aquellos tiempos.

Esa fotografía en compañía de Cristina, por entonces pareja de Quico Rivas, es la última que me haría Javier Porto en muchos años y, para certificarlo, no me puedo basar en mi memoria –bien sé que no es lo mejor de mí porque no heredé la de mi madre– ni tan siquiera en la capacidad del propio Javier para fechar todos sus trabajos, sino en un imprevisto cambio de gafas: en las otras dos fotografías que me hizo Porto por aquellos años – que había olvidado y me han llegado de su mano después de un cuarto de siglo sin vernos– aparezco en compañía de Blanca Sánchez, Paloma Chamorro e Ita Buades en una noche de estreno de Almodóvar y, en la segunda, en otra noche de vino y rosas, junto a Santiago Auserón, él tan guapo como siempre y yo con aquellas malditas gafas que hoy me sirven de referencia para poner orden en mi memoria.

Poco después Javier dio el salto a Nueva York de la mano de Robert Mapplethorpe para convertirse en su asistente – y por eso hoy podemos disfrutar de su suite Grace, Andy, Keith, Robert & cía – y yo también volé hasta Manhattan al año siguiente con una beca que me concedió el Comité Conjunto Hispano-Norteamericano para la Cooperación Cultural, pero no tengo memoria ninguna –ni fotográfica ni natural– de que coincidiéramos en las felices noches neoyorkinas ni tampoco después, ya de regreso en Madrid, durante cuatro largos lustros: no volví a saber de su vida y milagros –aquella sesión con Warhol en el estudio de Robert tuvo mucho de eso– hasta que Blanca Sánchez lo recuperara del olvido incluyendo quince fotografías suyas de los 80 en la exposición La Movida (C.A.M.,2006), lo que dio pie para que, tres años después, incluyera trabajos suyos en un par de proyectos que comisarié: Espejos del alma. El retrato fotográfico en la España de nuestros días (Red Itiner, 2009) y Viaje alrededor de Carlos Berlanga (Mostra de Valencia / C.A.M., 2009 – 2010).

Siendo un fotógrafo de indudable talento, el de Javier Porto es un perfecto ejemplo de cuán caprichosos pueden ser la suerte y el azar con los mortales: un hijo de inmigrantes en Alemania que decide volver a su ciudad natal para recuperar el recuerdo de sus primeros años y que tan solo un lustro después aterriza en el estudio de Mapplethorpe para inmortalizar –Robert se lo permitió porque era el día su cumpleaños– aquel encuentro en la cumbre destinado a publicarse en la revista Interview de Warhol: Andy había convocado a Keith Haring para que pintara sobre la piel de Grace Jones mientras Robert fotografiaba aquella histórica intervención de su pupilo sobre la oscura geografía de la entonces reina de las pistas de baile de medio mundo.

Por tanto, si los dioses paganos son hoy tan justos como caprichosos demostraron ser entonces, deberían propiciar que la exposición de Javier Porto que ahora se presenta en el Centro Cultural La Térmica, de Malaga, pueda regresar y presentarse ahora en Madrid y Nueva York, los lugares en que surgieron aquellas fotos, para que el tiempo congelado para siempre en ellas dé nuevamente testimonio de Los años vividos.

Pablo Sycet Torres
Madrid, printemps 2013

Adaptation Lola Fabry

Los años vividos por Javier Porto
Jusqu’au 16 juin 2013
Commissaire : Pablo Sycet Torres
La Termica
Avenida de los Guindos, 48
29004 Málaga
Espagne
Du lundi au samedi de 8:00 a 22:00; Dimanche de 10:00 à 20:00

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